Fernando Cortés Pizano
Junio de 2019
Uno de los criterios más comúnmente aceptados en el campo de la conservación y restauración de Bienes Culturales es el de la “discernibilidad”, esto es, que nuestros añadidos a la obra sean distinguibles de los materiales presentes en la misma y anteriores a nuestra intervención. La idea es simple y fácil de entender, y sin embargo sorprende las discrepancias que puede llegar a originar.
A menudo todos nos hacemos las siguientes preguntas: cómo y cuan distinguibles deben ser esas reintegraciones, desde qué distancia y para qué tipo de público. Y las respuestas pueden variar bastante de un conservador-restaurador a otro o de un taller a otro y qué duda cabe que también de un país a otro. Y es que a veces nos olvidamos que no existe un único criterio ni un método infalible que valga para cada caso concreto, que existen diversas maneras de alcanzar dicha discernibilidad y que todas ellas pueden ser absolutamente válidas. Cada obra, como cada soporte, tiene sus propias peculiaridades y supone un reto diferente, por lo que no podemos juzgar todas las intervenciones con los mismos criterios.
Quisiera dedicar estas pocas líneas a explicar brevemente el caso de las vidrieras, donde los distintos criterios de discernibilidad utilizados pueden generar en ocasiones cierta sorpresa al ser comparados con otro tipo de obras. En este soporte, una laguna implica la ausencia de vidrios, esto es, un agujero que comunica el exterior con el interior del edificio. Esta abertura, por el riesgo que implica tanto para la obra como para el espacio interior, ha de ser necesariamente cerrada, esto es reintegrada. La no intervención no es una opción válida durante una restauración. Las posibles opciones de intervención son sin embargo muchas e involucran una gran cantidad de variantes como el tipo de materiales y técnicas utilizados, el grado de reintegración, la técnica pictórica y la pericia del restaurador, la disponibilidad de documentación sobre la obra, la ubicación y orientación en el edificio, el tipo de iluminación, etc.
La elección del tipo de vidrio utilizado para cerrar una laguna (y lo mismo podría decirse de los plomos) supone un primer obstáculo, ya que a menudo no es nada sencillo obtener un vidrio con las características adecuadas de color, tono, textura, grosor, método de elaboración, etc. Los nuevos vidrios son fácilmente discernibles y aun así son generalmente identificados mediante una fecha de tamaño muy reducido pintada o grabada por la cara interior y sobre una zona muy discreta. El siguiente paso, necesario en la gran mayoría de las vidrieras, es decidir hasta donde consideramos razonable llegar con la aplicación de tratamientos decorativos sobre la superficie del mismo, tales como pinturas cocidas o grabado al ácido.
Resumiendo, todos los nuevos materiales, técnicas y procesos empleados, aparte de quedar reflejados en el informe final de la intervención, llevan inevitablemente la impronta de una época, persona o taller, lo que hace que sean fácilmente discernibles para un ojo acostumbrado a este medio. Y al igual que sucede en otras disciplinas de conservación-restauración, las posibilidades materiales y técnicas en el campo de las vidrieras son amplias, y su conocimiento, junto con la experiencia y pericia técnica del conservador-restaurador, juegan un papel importante en la elección, idoneidad y discernibilidad de las reintegraciones.
Reintegración de grandes lagunas mediante técnicas contemporáneas claramente discernibles.
Iglesia del Hospital de Notre Dame de la Rose, Lessines, Bélgica
Ejecución y fotografias: Glasmalerei Peters Paderborn (Alemania)