Figura 1. Vista de la Sala Jardín con la exposición 100 años contigo. Fotografía de Fabián Álvarez Martínez
Este año se cumplen cien años de la fundación del Museo Nacional del Romanticismo (antes Museo Romántico) por parte del marqués de la Vega Inclán.
Cien años que han dejado muchos cambios en la institución que ha visto cómo se ampliaban sus salas, se incrementaban sus fondos y se han ido modificando y reformando sus espacios.
Con motivo de este centenario, a través de la exposición Cien años contigo, hemos querido mostrar, con la reproducción de imágenes de nuestro archivo, parte de la historia de la institución y de esa transformación física del edificio. A su vez, se muestran cambios en los criterios y actitudes frente a la exposición y preservación de las piezas, aunque sin perder de vista la labor de difusión y la estrecha relación que hemos mantenido y que queremos seguir manteniendo con nuestros visitantes.
Así, echando la vista atrás, se puede hablar de cómo algunas de esas imágenes reflejan la evolución que se ha dado en el campo de la conservación, uno de los pilares de cualquier institución que tenga entre sus funciones la salvaguarda del patrimonio.
No hay que retrotraerse demasiado para encontrar por doquier ejemplos de costumbres y hábitos que se llevaban a cabo en espacios donde se encontraban piezas patrimoniales que hoy nos hacen llevarnos las manos a la cabeza. Un ejemplo de ello es el hecho de que se permitiera fumar prácticamente en cualquier espacio, como se refleja en la fotografía tomada en la Biblioteca Histórica o en la maravillosa instantánea tomada a Analía Gadé fumando junto a un brasero colmado de cenizas. Esta imagen de la actriz nos sirve también para documentar el empleo de las salas del museo como plató de cine o estudio para reportajes fotográficos, tratando a las piezas como el atrezo de un decorado.
Hoy, nuestras salas siguen siendo escenario de grabaciones, sesiones fotográficas, y otras actividades, pero bajo una estricta supervisión. En este sentido, se tiene el mayor cuidado para evitar que nadie se siente en alguna de nuestras sillas, manipule nuestras piezas expuestas, que juegue a accionar el mecanismo de las imágenes del biombo de linterna mágica o que se celebre una cena a la luz de las velas en nuestro salón de baile, como sí ocurría antaño. Actualmente, cuando se realizan estas actividades, generalmente organizadas por el Departamento de Difusión del museo, quienes participan de ellas reciben las indicaciones oportunas para que ningún espacio ni pieza del museo pueda sufrir algún deterioro.
Figura 2. Momento de la grabación en una de las salas del museo del programa “Un país para escucharlo” con Ariel Rot y Delaporte, rodeados de piezas de la colección. La alfombra es una reproducción. Fotografía realizada por el Departamento de Difusión del MNR
Eran otros tiempos y otra mentalidad. Las imágenes, algunas de ellas de gran calidad artística, nos deben provocar orgullo por saber que ahora somos más conscientes de la importancia de la acciones e inacciones necesarias para preservar nuestras colecciones, como también se puede apreciar en las imágenes seleccionadas para la muestra dedicadas a la labor de los profesionales del museo en el ámbito de la conservación y la restauración.
Y quiero destacar que no solo yo, la restauradora, o mis compañeras, técnicos de museo, estamos concienciados en trabajar por la conservación de los fondos para que sean un legado para futuras generaciones, sino que todo trabajador del museo, dentro de su cargo y funciones, aboga por ella.
Consideramos fundamental la colaboración del personal de sala, atento a cualquier variación en las piezas que pueda suponer un indicio de deterioro y que intenta evitar cualquier accidente que se pueda producir en la interacción de los visitantes y nuestras piezas, muchas de ellas expuestas sin ningún tipo de barrera o protección. El personal de seguridad, nuestros ojos a museo cerrado, que durante sus rondas también está pendiente de detectar cualquier situación anómala que pueda conllevar un riesgo para los fondos ubicados en salas y almacenes. Al igual que el personal de limpieza, que también nos avisa de posibles incidencias, cuidadoso en su labor y que sigue unas pautas establecidas durante su trabajo.
A pesar de que nuestro museo pueda considerarse pequeño, son muchas las tareas y los cuidados que requiere y que una plantilla como la nuestra se esfuerza a diario en cumplir. El Departamento de Conservación del museo está formado por muy pocas personas, pero nunca podemos sentirnos solas en nuestra labor, pues el departamento se nutre del buen hacer y el interés de todos los compañeros a quienes les agradecemos su esfuerzo.
Y aunque, en ocasiones, el cumplir con las pautas necesarias para ralentizar el deterioro de cada una de las piezas que constituyen nuestra colección pueda interferir en algunos de sus proyectos, que habrán de adecuarse a ellas, o puedan suponer situaciones incómodas o dificultar algunas tareas, lo aceptan en pro de la preservación de nuestro patrimonio.
Figura 3. Parte del equipo de trabajadores del museo cuya dedicación se homenajea en la exposición Cien años contigo. Fotografía de Florencia Foresi Rodríguez