Colmenar de Oreja es un municipio de la comarca de las Vegas, al sureste de la Comunidad de Madrid. Cuenta con una población de más de 8000 habitantes. Su casco histórico fue declarado bien de interés cultural en 2013. Se trata de una zona rica en historia y patrimonio cultural y natural y cuando uno acude al sureste madrileño espera encontrar un museo municipal de corte etnográfico, con aperos de labranza y manifestaciones artísticas que ilustren el devenir histórico del lugar. El Museo Ulpiano Checa, sin embargo, ofrece una experiencia completamente distinta. Desde la reivindicación de la figura de un hijo ilustre, se ha generado un lugar el que la función social del patrimonio se manifiesta exhibiendo e invitando a contemplar la belleza, una expresión poco habitual en entornos periféricos que, necesariamente, constituye una transformación social positiva en su contexto.
Figura 1. “Carrera de carros romanos”, acuarela de Checa a partir su lienzo homónimo de gran formato, una de las obras que más fama le granjeó, reproducida en todo tipo de soportes y que nos remite inevitablemente a la película “Ben Hur”. Imagen del Museo Ulpiano Checa.
La historia de Colmenar hunde sus raíces en la Aurelia romana, hoy en día el despoblado de Oreja, lugar estratégico en la vigilancia del vado de Aníbal en el río Tajo. Desde Oreja se establece un núcleo de población para la explotación de colmenas que acabará convirtiéndose en lo que hoy es Colmenar de Oreja. La villa fue encomendada a la Orden de Santiago y Enrique IV de Castilla establece aquí su corte en 1468. Por su pujanza económica y su adhesión a la corona, Alfonso XIII le concedió en 1922 el título honorífico de ciudad. La agricultura, en particular la producción de vino, la industria de la tinajería y la explotación de sus canteras, cuya característica piedra blanca de Colmenar podemos ver en monumentos capitalinos como el Palacio Real o la Puerta de Alcalá entre otros, explica esa pujanza económica.
Este devenir histórico de Colmenar queda expresado en el patrimonio cultural del municipio, que lo utiliza de manera cada vez más consciente para dar forma y referentes a su comunidad local. La necesidad de expresar la propia identidad explica un creciente nivel de implicación de los habitantes de Colmenar en la puesta en valor, el conocimiento y la divulgación de la herencia recibida, no solo como consecuencia del desarrollo personal o desde la necesidad de definir un lugar en el mundo en un contexto de globalización, sino también desde el reconocimiento de la oportunidad que supone apostar por el turismo cultural como opción de vida para el mundo rural.
Esta actitud de reconocimiento y reivindicación de la identidad se remonta a 1945, cuando el Ayuntamiento acuerda la creación de un museo municipal en plena posguerra, un periodo de restricciones de todo tipo en el que la creación de un museo habría de suponer necesariamente un esfuerzo adicional. Ulpiano Checa (1860-1916) donó en vida dos obras suyas a su pueblo natal, que pasarían a formar parte de este museo junto con otros documentos y artefactos.
Figura 2. “El barranco de Waterloo”, una de las obras que Checa regaló a Colmenar, con la dedicatoria “A mi pueblo” junto a la firma. Imagen del Museo Ulpiano Checa.
Conocido fundamentalmente como pintor, Checa realizó también significativas incursiones en el mundo de la escultura, la cartelería o la ilustración, e incluso publicó un tratado de perspectiva. Un empresario capitalino detecta pronto el talento del muchacho en Colmenar y patrocina su formación en Madrid. Pensionado en la Academia de España en Roma, tuvo una carrera llena de éxitos y reconocimientos, cosechando premios nacionales e internacionales desde sus inicios y contribuyendo a generar una visión de la antigüedad clásica que calará en el subconsciente colectivo a través de las reiteradas reproducciones de algunas de sus mejores composiciones en manuales de historia o portadas de libros o partituras, llegando su eco a producciones cinematográficas como “Ben Hur”. Con “La invasión de los Bárbaros” (Figura 3), pintada como pensionado en Roma y perdida en la Guerra Civil, obtiene la primera medalla en la Exposición Nacional de 1887, consagrándose como el pintor del dinamismo. Con esta fórmula generará numerosas recreaciones históricas con las que Checa supo impactar al espectador, como es el caso de “Los Últimos días de Pompeya” (Figura 4) que podemos admirar hoy en el Museo de Colmenar y premiada la Exposición Universal de París de 1900.
Figura 3. Boceto o reducción de “La Invasión de los Bárbaros” perdido en la Guerra Civil. Imagen del Museo Ulpiano Checa.
Figura 4. “Los últimos días de Pompeya de 3,59 x 5,50 metros, es una de las piezas más impactantes del Museo. Imagen del Museo Ulpiano Checa.
A pesar de afincarse en Francia y de sus viajes por Argentina y Argelia (Figura 5), nunca se desvincularía de su localidad natal. Ulpiano volvería recurrentemente a Colmenar y en su templo parroquial realizaría en 1896 las pinturas murales que todavía podemos contemplar. Al cementerio de su pueblo fueron trasladados los restos mortales de Checa en 1916.
Figura 5. “Salida para la fantasía”, ejemplo de la pintura orientalista de Checa en sus viajes a Argelia. Imagen del Museo Ulpiano Checa.
Tras años de negociaciones con los hijos del artista (Figura 6), la iniciativa del Ayuntamiento de 1946 culmina en 1960 con la apertura del Museo Municipal Ulpiano Checa, con una quincena de obras del artista.
Figura 6. Los hijos Ulpiano Checa en un retrato de su padre que podemos ver en Colmenar. Imagen del Museo Ulpiano Checa.
Estilísticamente habría que enmarcar la obra de Ulpiano Chenca en un eclecticismo de corte académico que incorpora aspectos de las diversas revoluciones artísticas que conviven a finales del XIX y principios del XX. A pesar de su exitosa carrera y de su gran popularidad en vida, la obra de Checa cae en el olvido con las profundas transformaciones que va a experimentar lo artístico a lo largo del siglo XX. Probablemente hay que agradecer a este cambio en la percepción de la apreciación artística decimonónica el hecho de que las obras de Ulpiano hayan acabado en Colmenar, que no dudó en aprovechar la oportunidad y apostó por atesorar y cuidar la obra de su paisano, demostrando una sensibilidad por lo artístico y una apuesta por la cultura que son la esencia del actual museo.
Sin embargo, como todo vuelve, vemos cómo de un tiempo a esta parte parece darse una nueva valorización del arte de este periodo. La reapertura del Museo del Prado tras su ampliación supuso la plena integración en la mejor pinacoteca del mundo de un arte del XIX que llevábamos años sin ver y que, antes, encontrábamos relegado en el Casón del Buen Retiro (Madrid). Maestros y compañeros de carrera de Ulpiano Checa se encuentran ahora entre los favoritos de muchos de los visitantes de este Museo. El respaldo y el redescubrimiento de este tipo de arte tan visual favorece que hoy en día uno pueda visitar el Museo de Colmenar y entusiasmarse con el talento de un artífice que estuvo entre los mejores de su generación, en un pueblo donde tal vez hayamos acudido a disfrutar de la etnografía, del vino o del paisaje (Figura 7). El museo Ulpiano Checa es pues una inopinada experiencia, un caso excepcional fruto de iniciativas individuales y del empeño de unos pocos que, con el paso del tiempo, ha acabado aportando no solo una institución cultural, sino un potencial económico a la comunidad que lo atesora.
Figura 7. “La Naumaquia”, otra de esas obras que hacen que la vista al Museo merezca la pena. Imagen del Museo Ulpiano Checa.
Desde su apertura en 1960 el Museo no ha parado de crecer. A las adquisiciones hechas por el Ayuntamiento hubo que sumar otras de vecinos del pueblo, agrupados en una asociación de teatro y así, en 1993 se realizó una primera ampliación. Entre 2005 y 2009 se llevó a cabo una nueva profunda reforma que dio al Museo su aspecto actual y que permitió albergar más de un centenar de nuevas adquisiciones, conformando una exposición de 200 piezas entre óleos, acuarelas, lápices, tinta china, grabados, esculturas y litografías, de los cuales un 70% es propiedad del Museo y el resto obras cedidas en depósito temporal por diferentes coleccionistas privados. Por ejemplo, dos obras de la colección privada de la baronesa Thyssen, y por otros museos, como el Museo del Prado, el Museo de Historia de Madrid, o de fondos de la colección de la Comunidad de Madrid.
Figura 8. Entrada al Museo, con un jardín presidido por el busto en bronce del Checa, obra de Leopold Bernard Bernstamm. (1859-1939), amigo del pintor. Imagen del Museo Ulpiano Checa.
El nuevo edificio apuesta por la profesionalización de la colección, incorpora principios de accesibilidad y control de salas y cuenta con almacenes y sala de exposiciones temporales (Figuras 8 a 10). El número de visitantes se mantiene en torno a los 10.000 anual
Figura 9 y 10. Imágenes de los almacenes en el nuevo edificio. Imágenes del Museo Ulpiano Checa.
En los años en los que el Museo estuvo en obras se realizaron exposiciones temporales por toda Argentina y en Madrid, en el Museo de la Academia. En 2009 se aprovechó además para poner a punto y restaurar la totalidad de la colección. Para ello se contrataron empresas privadas ya que el museo no cuenta con un servicio propio. Desde entonces la propia dirección se encarga de la supervisión de la obra que se encuentra en perfecto estado de conservación.
Figura 11. Sala 1 del Museo, dedicada a la vinculación del pintor con Colmenar de Oreja. Imagen del Museo Ulpiano Checa.
Las nuevas adquisiciones son igualmente restauradas por empresas privadas y en sus almacenes el Museo guarda piezas sin exponer a la espera de contar con los fondos necesarios para restaurarlas y exhibirlas con la dignidad que merecen. En 2022 fue restaurada la obra titulada “El Crepúsculo” gracias a un convenio con la Comunidad de Madrid (Figura 12). La obra fue adquirida por la productora Pop-87 Films en 2021 como contraprestación durante el rodaje parcial en Colmenar de Oreja de la película “Asteroid City” de Wes Anderson. La pintura se encuentra actualmente en la exposición temporal Cheval en majesté del Museo Nacional del Palacio de Versalles, donde nos cuentan que se ha convertido en su principal reclamo. Una muestra más de cómo el Museo Ulpiano Checa es capaz de conectar actores muy diversos para superar las dificultades de financiación propias de las entidades culturales de ámbito local y seguir enriqueciendo, poniendo en valor y restaurando sus fondos.
Figura 12. Trabajos de restauración de la pintura “El Crepúsculo”. Imagen de ECRA Servicios Integrales de Arte S.L.
Ángel Benito García es el director del Museo y a su implicación personal debemos buena parte del éxito de la institución. No solo es un profundo conocedor y apasionado de la obra de Checa, sino que ha demostrado además una gran capacidad de iniciativa, implicando a la comunidad local, a instituciones artísticas de la talla del Museo del Prado o el Museo Thyssen y a las distintas administraciones en el filantrópico fin de que su pueblo cuente con un lugar en el que conocer y disfrutar del arte.
Desde 2012 la gestión del Museo corre a cargo de la “Asociación de Amigos del Museo Ulpiano Checa y de la Historia de Colmenar de Oreja” que realiza la gestión técnica del museo de forma profesional y gratuita y garantiza la independencia de la institución. Al igual que su director, los miembros de la asociación son muy activos en la búsqueda y difusión de aspectos de la obra de Checa y de la historia de Colmenar.
El Museo Ulpiano Checa es ante todo la reivindicación de un grandísimo artista relegado al olvido durante años y cuya obra, en su pueblo, no deja indiferente a nadie. Uno sale de aquí con una sensación de incredulidad porque cuesta explicar cómo tantas obras de tanta calidad han estado a punto de ser olvidadas. Pero la existencia de este Museo es también la constatación de la importancia de las iniciativas individuales para poner en valor un patrimonio heredado y cómo es posible implicar a la comunidad que lo posee hasta el punto de dotarse a sí misma de un referente cultural inédito que posibilita la transformación y la mejora de la sociedad, objetivo ulterior que da sentido a la conservación del patrimonio y, por tanto, a la labor de la restauración. Con el paso del tiempo y gracias al tesón y a la implicación de personas motivadas por fines altruistas, el Museo Ulpiano Checa es hoy uno de los museos municipales más importantes del país y, aun así, relativamente desconocido. El turismo cultural es la baza que este museo necesita para terminar de cobrar todo su sentido y poblarse de los visitantes que la obra de Checa bien merece.
No quería dejar pasar esta publicación sin aludir brevemente a mis circunstancias personales ya que crecí muy cerca de este Museo y desde pequeño acudía cuando podía a contemplar unas pinturas que me fascinaban y que no se parecían a ningún referente cultural que yo tuviera a mano, sin poder entender, desde mi ingenuidad, cómo tanta belleza no estaba en el eje de la política cultural de la zona. Estoy seguro de que la obra de Checa está íntimamente relacionada con mi forma de percibir lo artístico y, por tanto, con el hecho de haberme decidido por la conservación y la restauración de bienes culturales. Pienso que soy un testigo de primera mano que puede acreditar cómo las instituciones culturales y el patrimonio influyen de forma decisiva en la generación de las identidades y, por tanto, creo ser muy consciente de la trascendencia de la labor que nos ha sido encomendada como restauradores y conservadores. Gracias y enhorabuena a todas esas personas que han hecho posible este Museo.
Referencias bibliográficas
Benito García, Á. El pintor Ulpiano Checa (1860- 1916). Ayuntamiento de Colmenar de Oreja, 2019.
Checa, U., Benito García, Á. Autobiografía apócrifa de Ulpiano Checa: Museo Ulpiano Checa : catálogo general. España: Museo Ulpiano Checa, 2010.
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Monserrat Gago, P. Ulpiano Checa y sus contemporáneos: colección María Concepción Gago: Museo Ulpiano Checa, [13 noviembre 2015-15 febrero 2016]. Ayuntamiento de Colmenar de Oreja, 2015.
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